sábado, 29 de enero de 2011

El Hombre de Arcilla


Mamerto Sánchez: 
Hace con ella lo que desea, lo que su imaginación quiera representar, lo que sus manos se atrevan a moldear. La decisión que él tome, ella la aceptará con sumisión. Al no encontrar resistencia, Mamerto Sánchez la transforma constantemente en la más bella obra artística,
despojándola de su aburrida e insípida forma, para desnudarla y convertirla en una hermosa escultura de arcilla.


“Cuando yo trabajo estoy alegre, cuando no
trabajo estoy triste. Para el artista no existe
nada imposible en esta vida”.


“A sus 66 años, Mamerto
Sánchez continua trabajando como
el primer día en que cogió la
arcilla, con pasión, entusiasmo y
amor. Empleando los mismos
materiales que utilizó en su
infancia”.



El Pavo Real. Este último se interpuso entre
el sueño y la vigilia y decidió no abandonar
los pensamientos de Sánchez, si
este no lo representaba físicamente. Mamerto,
se vio sosteniendo entre sus manos
un pavo real en el pozo negro del cerro
Condorcunca, lugar de donde extrae
la tierra de color para sus trabajos.
A fin de no discrepar con los oníricos
pensamientos que le impulsaban a crear
el animal, diseñó el pavo, pero mientras
lo hacía se cuestionaba constantemente,
¿para qué va a servir un pavo? Finalmente,
como un soplo divino, la respuesta se
introdujo con la velocidad de un rayo en
su cabeza: sería un candelabro. Ahora sí
tendría utilidad aquel caprichoso pavo.
El Pavo Real demostró que la intuición
unida a la constancia tiene su recompensa,
mereciendo ganar con esta pieza, en
1989, el Premio Nacional Inti Raymi de
Arte Popular.
A sus 66 años, Mamerto Sánchez
continua trabajando como el primer día
en que cogió la arcilla, con pasión, entusiasmo
y amor. Empleando los mismos
materiales que utilizó en su infancia. No
se imagina haciendo sus piezas en moldes,
como lo realiza la mayoría de los artesanos
contemporáneos. Por eso hace
cada una de sus obras con sus propias
manos, a pesar de que la ingratitud
del tiempo lucha constantemente por
arrebatarle el pulso. Pensar en la pintura
industrial como una alternativa a
sus pinturas naturales, mezcla de
coloridas tierras y agua, sería un
sacrilegio para él.
 El maestro Sánchez es un ser
poco común, solo así podríamos
catalogar a quien ama fervorosamente
su trabajo. Le deprime
pensar que debe alejarse
de su taller aunque solo sea
para obtener más material.
“Cuando yo trabajo estoy alegre,
cuando no trabajo estoy
triste. Para el artista no existe
nada imposible en esta vida”,
dice Mamerto, quien domina
varios idiomas entre ellos el francés,
ingles, español y quechua; y ha sido
profesor de artesanía en su natal Quinua,
donde tuvo que solventar con su propio
peculio materiales para sus alumnos.
Actualmente, sus obras artísticas se
venden en galerías de arte en la lejana
Italia y en los Estados Unidos, y en exclusivas
tiendas de artesanía de nuestra
capital, donde Mamerto se ha abierto camino
gracias a la excelencia y belleza de
su arte. Su prolífica obra lo ha llevado a
conocer diferentes países como Estados
Unidos, Italia, Ecuador, Colombia, Chile,
Venezuela, entre otros. Mamerto es
pues, un emprendedor y artista peruano
hoy universal.