El Artista Antonio Olave y La Religiosidad en el Arte Peruano
La historia del Niño de la Espina
Se cuenta entre los niños pastores de Vilcabamba, que una vez se apareció un niño muy alegre y simpático que se hizo amigo de todos ellos. Jugaba con los pastores y les daba dulces de su bolsa que nunca se quedaba vacía y también los ayudaba con el pastoreo. Una vez escucho a un niño que lloraba de dolor porque una espina se le había introducido en el pie y le dijo:
- ¿Hermanito por qué lloras?
- Se me metio una espina. Me duele mucho.
- ¿Hermanito por qué lloras?
- Se me metio una espina. Me duele mucho.
El niño milagroso corrio a ayudarlo clavándosele también a el una espina.
- Mira, también a mi me paso lo mismo, pero yo no lloro.
En efecto también él tenia una gran espina en la planta de su pie derecho, que le había ocasionado una herida sangrante. Ante la mirada de su amiguito la extrajo suavemente. Luego repitió la operación con el amigo quien le dijo:
- Gracias hermanito por curarme. Desde ahora seré uno de tus mejores amigos. Gracias, que Dios te lo pague.
- Mira, también a mi me paso lo mismo, pero yo no lloro.
En efecto también él tenia una gran espina en la planta de su pie derecho, que le había ocasionado una herida sangrante. Ante la mirada de su amiguito la extrajo suavemente. Luego repitió la operación con el amigo quien le dijo:
- Gracias hermanito por curarme. Desde ahora seré uno de tus mejores amigos. Gracias, que Dios te lo pague.
- No tienes nada que agradecer- contesto -Dios ya me pagó y muy bien enviándome a este lugar donde encontré tan buenos amigos como tú.
Desde la aparición de aquel compañero de juego a los niños pastores de Vilcabamba se los veía muy felices, siempre jugando. Con frecuencia retornaban al hogar más tarde de lo debido y todos referían que se habían quedado jugando con el Q’alito; así llamaban al nuevo amigo.
Un día, uno de los niños cumplió años y sus padres lo vistieron con ropas nuevas, e igual lo mandaron al campo a cumplir su obligación diaria de pastar y recoger leña. El Q’alito jugó más que nunca con el, por lo que llego tarde a su casa; sus indignados padres lo castigaron y le pidieron explicaciones:
- Con el Q’alito me quede jugando dijo – fue tan divertido que no me di cuenta que pasaba el tiempo ni que mi ropa se estaba destrozando. Perdonen pues, no volverá a pasar.
- Esta bien, quedas perdonado, pero con la condición de que no te juntes más con ese amigo. Y para que no pierdas el tiempo mañana, cumplirás otra tarea más. Te llevaras esa lana y cuando vuelvas la traerás perfectamente hilada.
Al día siguiente este niño se encamino como de costumbre hacia los campos en los que pastaba el ganado de la familia, apenas vio al Q’alito se olvido de su promesa y se puso a jugar. Ese día jugo tanto hasta que los sorpendio la noche. Sixto, asi se llamaba este niño amigo predilecto del Q’alito, al darse cuenta de lo tarde que era se desesperó:
- Achachau ahora si mis padres me matarán.
- ¿Por qué hablas así hermanito?
- Mira ya es de noche y no hay mi ganado.
- No te desesperes, yo te ayudaré a encontrar tu ganado.
El Q’alito emitio un sonido muy bello parecido al canto de alguna ave y misteriosamente uno a uno apareciron todos los animales y se colocaron en el orden en el que siempre se desplazaban. Sixto se tranquilizo pero luego nuevamente desesperó:
- Ay taytachallay tayta de todas maneras mis padres me castigaran, porque olvidé cumplir la obligación que me dieron.
- ¿Qué te encomendaron?
- Tenía que haber hilado toda esta lana y como ves ni la toque.
- No te preocupes, todo tiene solución si estamos en armonia con el Hanaq Pacha (con el cielo)
Q’alito tiernamente llamó a un corderito y ocurrió algo… realmente prodigioso, Sixto no podía creer lo que sus ojos veían, Q’alito le dio de comer al cordero la lana que Sixto debió hilar. El cordero la tragaba ávidamente y la lana que ingresaba por la boca del animal salía perfectamente hilada por su ano. El animalito se habia convertido así en una maravillosa maquina hiladora. Sixto hizo su q’epe con la lana ya hilada y cuando quiso agradecerle al Q’alito este ya no estaba. Al llegar a casa, sus padres lo esperaban molestos. Lo primero que le preguntaron fue que si había cumplido con la tarea del hilado. Sixto dijo que si y enseño la lana, pero los padres al verla tan finamente hilada supieron de inmediato que su hijo mentía pues en toda la región no había manos que hilaran tan maravillosamente. Insistieron en preguntas a su hijo quien ante tanta presión no tuvo más remedio que contar el hecho milagroso que había visto. Los padres de Sixto no sabían si creerle o no. Pero el niño nunca antes o casi nunca, salvo esta vez habia mentido. ¿O lo habría soñado?. No, no podía haberlo soñado, pues ahí estaba la lana tan primorosamente hilada. Cuanto más lo pensaban más se confundian, de manera que decidieron contar y consultar con los vecinos y así de boca en boca la noticia del extraordinario hecho se difundió por toda la comarca hasta llegar a oidos del Arzobispo. Ante esa actitud descreída y ante las coincidentes manifestaciones de los niños quienes daban las mejores referencias de su común amigo el Q’alito, un grupo de pobladores varones, sin que lo sepan ni las madres ni los otros padres y sin que tampoco lo supieran los niños, decidieron ir al lugar de los hechos y observar lo que pasaba entre el Q’alito y los niños. En efecto cuidando de no ser descubiertos por nadie llegaron hasta el lugar donde ocurrió el milagro. Estando escondidos vieron que apareció un niño con las características descritas por éstos. Sin lugar a dudas este era el Q’alito quien apenas llegó, invitó a jugar a todos los niños. Los hombres sigilosamente y sin pérdida de tiempo rodearon a los niños que jugaban y uno de ellos se lanzó contra el Q’alito y lo atrapó. En ese preciso instante el Q’alito quedo inmóvil, convertido en la imagen del Niño Jesus, que ahora esta en la iglesia de Vilcabamba.
Desde la aparición de aquel compañero de juego a los niños pastores de Vilcabamba se los veía muy felices, siempre jugando. Con frecuencia retornaban al hogar más tarde de lo debido y todos referían que se habían quedado jugando con el Q’alito; así llamaban al nuevo amigo.
Un día, uno de los niños cumplió años y sus padres lo vistieron con ropas nuevas, e igual lo mandaron al campo a cumplir su obligación diaria de pastar y recoger leña. El Q’alito jugó más que nunca con el, por lo que llego tarde a su casa; sus indignados padres lo castigaron y le pidieron explicaciones:
- Con el Q’alito me quede jugando dijo – fue tan divertido que no me di cuenta que pasaba el tiempo ni que mi ropa se estaba destrozando. Perdonen pues, no volverá a pasar.
- Esta bien, quedas perdonado, pero con la condición de que no te juntes más con ese amigo. Y para que no pierdas el tiempo mañana, cumplirás otra tarea más. Te llevaras esa lana y cuando vuelvas la traerás perfectamente hilada.
Al día siguiente este niño se encamino como de costumbre hacia los campos en los que pastaba el ganado de la familia, apenas vio al Q’alito se olvido de su promesa y se puso a jugar. Ese día jugo tanto hasta que los sorpendio la noche. Sixto, asi se llamaba este niño amigo predilecto del Q’alito, al darse cuenta de lo tarde que era se desesperó:
- Achachau ahora si mis padres me matarán.
- ¿Por qué hablas así hermanito?
- Mira ya es de noche y no hay mi ganado.
- No te desesperes, yo te ayudaré a encontrar tu ganado.
El Q’alito emitio un sonido muy bello parecido al canto de alguna ave y misteriosamente uno a uno apareciron todos los animales y se colocaron en el orden en el que siempre se desplazaban. Sixto se tranquilizo pero luego nuevamente desesperó:
- Ay taytachallay tayta de todas maneras mis padres me castigaran, porque olvidé cumplir la obligación que me dieron.
- ¿Qué te encomendaron?
- Tenía que haber hilado toda esta lana y como ves ni la toque.
- No te preocupes, todo tiene solución si estamos en armonia con el Hanaq Pacha (con el cielo)
Q’alito tiernamente llamó a un corderito y ocurrió algo… realmente prodigioso, Sixto no podía creer lo que sus ojos veían, Q’alito le dio de comer al cordero la lana que Sixto debió hilar. El cordero la tragaba ávidamente y la lana que ingresaba por la boca del animal salía perfectamente hilada por su ano. El animalito se habia convertido así en una maravillosa maquina hiladora. Sixto hizo su q’epe con la lana ya hilada y cuando quiso agradecerle al Q’alito este ya no estaba. Al llegar a casa, sus padres lo esperaban molestos. Lo primero que le preguntaron fue que si había cumplido con la tarea del hilado. Sixto dijo que si y enseño la lana, pero los padres al verla tan finamente hilada supieron de inmediato que su hijo mentía pues en toda la región no había manos que hilaran tan maravillosamente. Insistieron en preguntas a su hijo quien ante tanta presión no tuvo más remedio que contar el hecho milagroso que había visto. Los padres de Sixto no sabían si creerle o no. Pero el niño nunca antes o casi nunca, salvo esta vez habia mentido. ¿O lo habría soñado?. No, no podía haberlo soñado, pues ahí estaba la lana tan primorosamente hilada. Cuanto más lo pensaban más se confundian, de manera que decidieron contar y consultar con los vecinos y así de boca en boca la noticia del extraordinario hecho se difundió por toda la comarca hasta llegar a oidos del Arzobispo. Ante esa actitud descreída y ante las coincidentes manifestaciones de los niños quienes daban las mejores referencias de su común amigo el Q’alito, un grupo de pobladores varones, sin que lo sepan ni las madres ni los otros padres y sin que tampoco lo supieran los niños, decidieron ir al lugar de los hechos y observar lo que pasaba entre el Q’alito y los niños. En efecto cuidando de no ser descubiertos por nadie llegaron hasta el lugar donde ocurrió el milagro. Estando escondidos vieron que apareció un niño con las características descritas por éstos. Sin lugar a dudas este era el Q’alito quien apenas llegó, invitó a jugar a todos los niños. Los hombres sigilosamente y sin pérdida de tiempo rodearon a los niños que jugaban y uno de ellos se lanzó contra el Q’alito y lo atrapó. En ese preciso instante el Q’alito quedo inmóvil, convertido en la imagen del Niño Jesus, que ahora esta en la iglesia de Vilcabamba.
Artista Antonio Olave
Antonio Olave, es considerado un Patrimonio Cultural viviente en Perú. Se le considera un maestro en el arte popular del Perú, pero en sus palabras el se considera un investigador del arte antiguo, un descubridor de tecnicas olvidadas. Sigue trabajando en la Plaza San Blas 651, Cusco Perú.
Antonio Olave, hijo de Fortunato Olave Vásquez y Jacoba Palomino, nacio el 02 de setiembre de 1928, en Pisaq, en el Valle Sagrado de los Incas, en plena cordillera de los Andes peruanos. Es sobrino de don Fabián Palomino, también famoso imaginero.
El 16 de agosto del 2002, por Resolución Directoral del Instituto Nacional de Cultura del Peru, N. 763 se le declaro Patrimonio Cultural Vivo de la Nación. El Ministerio de Comercio, Exterior y Turismo le reiteró el 23 de setiembre del 2002 el título “Gran Maestro de la Artesanía Peruana”. El Congreso de la República le otorgó la Medalla al Mérito “Juan Pablo Vizcardo y Guzmán”.
Tiene muchas medallas y premios en todo el mundo por sus obras escultóricas
Es representante de la escuela cusqueña de imaginería escultórica, que se inspira en la religiosidad de la época colonial peruana (s. XVI y XVII).
El maestro Olave cuenta que ha investigado las técnicas arcaicas para tener las suyas propias. Esta investigación la ha realizado restaurando y coleccionando obras antiguas, que fueron destruidas a raíz de un terremoto que destruyo gran parte del cusco.
Es representante de la escuela cusqueña de imaginería escultórica, que se inspira en la religiosidad de la época colonial peruana (s. XVI y XVII).
El maestro Olave cuenta que ha investigado las técnicas arcaicas para tener las suyas propias. Esta investigación la ha realizado restaurando y coleccionando obras antiguas, que fueron destruidas a raíz de un terremoto que destruyo gran parte del cusco.
Los Arcangeles
Arcangeles de las Rosas
Arcangel de la Diablada
“El Niño de la Espina”, su obra mas representativa, tiene ojos de cristal, paladar de espejo, cabellos naturales, base de madera y ropas en pan de oro.En la foto junto a la historiadora del arte Silvana Otoya, explicando los detalles de su obra “El Doctorcito”
No hay comentarios:
Publicar un comentario